La edición como un oficio que atraviesa la incertidumbre y busca establecer nuevas conversaciones

La edición como un oficio que atraviesa la incertidumbre y busca establecer nuevas conversaciones

Si la conformación de un catálogo editorial plantea una conversación, un puente con su época para generar nuevas preguntas, amplificar voces o resignificar miradas, quienes dan pulso a esa selección son los editores y las editoras, una tarea de rica y compleja tradición en el campo cultural de la Argentina que lidia con la inestabilidad de las coyunturas económicas y en la que prima la incertidumbre acerca de si esa obra se encontrará con nuevos lectores y sobre todo si podrá establecer más conversaciones.


¿Cómo se lleva adelante el proceso de elaboración de un libro junto a los autores? ¿Qué rol cumplen al dar forma a un manuscrito? ¿O cómo acompañan el ciclo de corrección y escritura por el cual se decide poner punto final a un proyecto que lleva años?

¿Tener una editorial y publicar por fuera de lo que "vende" es una tarea de riesgo? Para Djament, quien antes de asumir la dirección editorial de Eterna Cadencia, se desempeñó como editora en Alfaguara y en el Grupo Norma, sí en la medida en que "tal como se practica por lo menos en el último siglo es de riesgo siempre. Al menos el que arma catálogo, propone libros, autores, ideas y no la edición de libros de moda".

Es de riesgo porque opera "sobre el no saber: si un libro va a tener lectores rápidamente, si esa temática tendrá verdaderamente interés en la sociedad y contribuirá a las discusiones, ni cuántos ejemplares se van a vender en el primer año. La única certeza es la cantidad de dinero invertida para poder editar un libro y el tiempo invertido por todos los involucrados empezando por el autor".

Para los editores Ríos y Blatt, la cuestión está en que "no hay fórmulas para saber si un libro va a gustar o no y en ese sentido siempre hay riesgo. Pero se pueden tener estrategias: en nuestro caso, apostamos a que el autor o la autora siga escribiendo y nosotros publicándolos, de esa manera consolidamos su nombre y de a poco se va haciendo un lugar entre los lectores. Los alentamos a que sigan escribiendo, les damos confianza, y así crecemos todos".

En este sentido, Santiago La Rosa, que junto a Soledad Urquia está a cargo del sello Chai dedicado a la traducción de narrativa contemporánea, cuenta que a los pocos días de su primera publicación ("Ocho", de Amy Fusselman) atravesaron "una crisis aguda tras las elecciones de las PASO 2019 y pocos meses después, cuando el horizonte parecía más prometedor, el inicio de la pandemia".

Con nueve títulos publicados y uno pronto a salir, La Rosa señala "la incertidumbre y las variaciones en costos" pero reconoce que "al no haber atravesado momentos de estabilidad" siempre vivieron situaciones donde tuvieron que adaptarse y "responder a la coyuntura con soluciones novedosas". En su caso, la solución fue encontrar "un plan editorial" en el que seleccionaron "con mucho cuidado" sus títulos, trabajaron sobre el texto y el libro como objeto, estableciendo una apuesta que les permitió "construir un lazo con los lectores y una base muy sólida". "Todo esto permitió que la editorial crezca y exceda nuestras expectativas iniciales", sintetiza.

Un aporte que justifica el impulso que rige detrás esta idea del riesgo es la pasión, en palabras de Liliana Ruiz de Baltasara Editora. En su opinión "la pasión en la edición impulsa a continuar a pesar de las dificultades". Una pasión que se reconoce en la praxis, en el momento de "realizar el trabajo concreto de edición entre el manuscrito y el autor o la autora".

Pérez Alonso, editora y también escritora, se desmarca del término para proponer otra lectura: "El 24 de marzo pasado muchas notas periodísticas recordaron los libros y la música prohibidos durante los años de la dictadura; en esos años siniestros era un riesgo publicar libros que desafiaran a los poderes. No solo quemaban libros sino que desaparecía gente porque escribía, publicaba o editaba. En épocas de libertad política y de expresión no hay riesgos editoriales, sí empresariales, como en todas las actividades de la Argentina, con una economía siempre inestable. La inestabilidad es una condición de la vida".

La autora de la novela "No sé si casarme o comprarme un perro" dice que "en crisis como la del 2001-2002 o esta que vivimos desde hace unos años" los editores tienen que estar "más atentos y dispuestos a cambiar el plan editorial sobre la marcha" porque tienen "menos margen de error pero el desafío siempre es saludable y también es un buen momento para fortalecer el catálogo porque los lectores buscan más libros de referencia".

En relación a los cambios de timón para sobrevivir y readaptarse en épocas complejasLa Rosa ejemplifica que "en meses de pandemia donde los grandes grupos interrumpieron su publicación y muchas de las cadenas cerraron, el vínculo con libreros y librerías independientes y el contacto permanente con lectores", mientras seguían editando y publicando, "resultó un contexto muy fecundo" y les permitió "palear meses muy difíciles de una forma sorprendente, con entusiasmo".

En opinión de Djament, cuya labor como editora fue reconocida con una mención Konex, la inestabilidad del mercado que hace más ardua la tarea editora obliga a que algún día todos los actores involucrados se sienten a pensar "qué riesgos (económicos, financieros) se pueden minimizar para la subsistencia de los proyectos editoriales y, en cambio, qué riesgos en términos de capital simbólico son inherentes al quehacer editorial y son el fundamento de esta industria".

 

fuente: Telam